El juicio oral y público por el asesinato de Mariano Ferreyra ha dado lugar a una serie de interpretaciones teóricas sobre la descomposición política, sindical y personal de José Pedraza. No es el propósito de esta nota abundar en las denuncias actuales, pues ya han corrido ríos de tinta sobre el Pedraza empresario, sobre sus turbios negocios con los dineros de la Unión Ferroviaria, sobre su manejo patronal con las tercerizadas ferroviarias y sobre el accionar de las patotas de la UF a su cargo.
Sí es necesario desmitificar el llamado pasado “combativo” de Pedraza, pues hasta la denuncias más “fuertes” -venidas, fundamentalmente, de teóricos del cristinismo, como Foster y Verbitsky- ensayan una versión interesada sobre su pasado de “luchador”. Esa versión oculta que asumió hace 25 años la UF, con el apoyo de intendentes y gobernadores peronistas.
Pedraza siempre fue un elemento oscuro, extremadamente oportunista, con nula sensibilidad obrera, un pésimo orador que le huía a las asambleas de la oposición ferroviaria en los tiempos de la dictadura y que siempre se manejó en las trastiendas de las roscas por el poder de la Unión Ferroviaria.
Entró y salió dos veces del ferrocarril, de la mano de funcionarios ferroviarios ligados al poder. Intentó una vez abrirse definitivamente de la actividad sindical, emprendiendo la carrera de abogacía que abandonó cuando le ofrecieron la gran oportunidad de ser el “armador” y de quedarse con la parte del león de la normalización de la Unión Ferroviaria. El artífice de esta decisión fue Lorenzo Pepe, un dirigente ferroviario con un pasado de simpatías con el PC, que rápidamente se pasó al peronismo y, luego, a la burocracia sindical.
Lorenzo Pepe ligó a Pedraza con Ubaldini, lo que le dio cierta “chapa” de combativo. La tarea encomendada por Lorenzo a Pedraza por aquel entonces consistía en que éste estableciera relaciones con los ferroviarios que llevábamos adelante una dura lucha contra la dictadura, que habíamos armado una coordinadora ferroviaria que funcionaba con asambleas y tomaba decisiones de paros y movilizaciones desconociendo la intervención a la Unión Ferroviaria de aquel entonces, y que reclamábamos su expulsión y la convocatoria a elecciones.
Pedraza no impulsó ninguno de los paros ferroviarios de aquel tiempo de lucha. Por el contrario, siempre creyó que éstos llevarían a abortar el proceso de la “normalización” de la UF. Siempre me llamó la atención su cobardía frente a las decisiones de lucha que se disponían. Mientras las revueltas ferroviarias crecían contra la dictadura y contra la intervención, Lorenzo Pepe y Oraldo Britos pactaban con la dictadura -ya en retirada, después de Malvinas- el abandono de los milicos de la intervención de la UF y establecieron un acuerdo de normalización que les aseguraba a los militares una comisión normalizadora peronista con un par de activistas de izquierda y todos los demás miembros salidos de una rosca armada por ellos. Esa componenda dejaba a Pedraza como candidato de la lista Verde ferroviaria, aunque ellos mantenían los resortes económicos del gremio por medio de Matarazzo, un hombre de su entera confianza que llevó las finanzas de la UF desde su normalización.
En el '83, se “normalizó” la Unión Ferroviaria con una victoria de la Verde a nivel nacional. La izquierda, que logró presentar lista, no podía competir con una estructura de 32 directivas de los seis ferrocarriles distribuidos en todo el país. Lorenzo Pepe también fue el artífice del apoyo peronista a la Verde en todas las provincias a través del aparato del PJ. Si algún lector está interesado en ver la enorme influencia de este personaje hasta hoy puede ver las páginas de la UF y sus dos últimos congresos con notas de Lorenzo sobre la lucha por la libertad a Pedraza y los demás patoteros detenidos y la defensa “incondicional” de su inocencia.
Matarazzo armó con Pedraza el fabuloso negocio de los fondos de sepelio de los ferroviarios y de sus familias. Mucho antes de que estuvieran en boga las tercerizadas, ambos se transformaron en los dueños reales de las empresas de sepelio, de las que sacaban millones de pesos de ganancias. Pedraza hizo su primera experiencia con la tercerización con el Hospital Ferroviario -en su momento, el de mejor atención médica de todos los sindicatos argentinos-, con la privatización de los estudios de alta complejidad. Las estafas fueron de tal dimensión que terminó trasformando ese hospital -a unas cuadras de donde hoy lo juzgan- en un desarmadero de la zona de Retiro.
La descomposición se profundizó con el remate de los ferrocarriles bajo Menem -con Kirchner como gobernador. La directiva de la Unión Ferroviaria quedó reducida a la mitad, cuando una parte de los viejos directivos de la Verde pasó a ocupar cargos como asesores en las nuevas concesionarias. Todos fueron artífices -junto con Pedraza- del desmantelamiento de centenares de especialidades, así como de la desaparición de sindicatos ferroviarios enteros tales como Señaleros y Apedfa.
El desguace de los ferrocarriles obligaba al desguace de la Unión Ferroviaria, que no podía conservar sus viejos 32 directivos con 120.000 ferroviarios menos. Pedraza, en una reunión increíble, los juntó a todos y les ofreció que la mitad de ellos pasaran a ser asesores de las nuevas empresas ferroviarias y que la otra mitad se quedara en la UF. La decisión de los burócratas no generó mayores crisis. En su mayoría, optaron por irse de asesores. Allí, Pedraza con Matarazzo quedaron a cargo de todos los negocios de la UF, lo que terminó en su completa descomposición personal, social y política, que ya todo el país conoce.
El Pedraza “luchador” nunca existió para los ferroviarios. Su descomposición social es la resultante de la descomposición política y de su integración abierta a los negocios del Estado. El juicio final a Pedraza -no de la Justicia sino de los trabajadores- es la eliminación definitiva de la burocracia de los sindicatos y la dirección de la clase obrera de éstos.
Juan Ferro